miércoles, 8 de octubre de 2014

D. Casimiro en el cielo




Lector, en estas líneas se da continuación a un  viejo relato titulado Confusión y publicado en este blog el pasado mes de abril. Si quieres tener una cabal comprensión de la historia, a su lectura te remito, pero si ese no es tu propósito, ahí va una breve recapitulación de lo allí referido:
Don Casimiro Bermúdez poseía, entre otras habilidades, la capacidad de imitar el canto del pájaro perdiz. A tal grado llegaba su maestría que un día, mientras se aplicaba con entusiasmo a tan canoro ejercicio, fue confundido por un cazador que, embelesado y confundido con trinos tan primorosamente ejecutados, le envió una certera perdigonada que lo traspuso al otro mundo sin dejarle tiempo para despedirse de este...
Concluido ya el resumen de lo allí publicado, prosigamos con nuestra narración: 

Aturdido por tan sonoro como inesperado lance, llegó D. Casimiro a los espacios celestiales y, fiel a sus costumbres terrenales, se aplicó con entusiasmo y virtuosismo a la práctica de los gorjeos perdiceriles, lo cual fue muy celebrado por algunos de los presentes, casi todos, antiguos cazadores en su vida terrenal. Don Casimiro comprobó cómo, día a día, crecía el número de sus admiradores; sin embargo, la celebridad poco contribuía a la dicha de nuestro amigo. Un hecho afligía su alma y le creaba gran desazón y pesadumbre: en el cielo no había pájaros perdices, pues gustaba a nuestro protagonista deslumbrar con su canto a la perdicería, pero escaso interés tenía en hacerlo con sus semejantes
Cierto día, don Casimiro advirtió cómo su frente se poblaba de minúsculas plumillas, lo que le produjo gran extrañeza por ser esto un atributo ajeno a su especie. Sin embargo, a pesar de la rareza del fenómeno, la plumería avanzaba conquistando cada porción de su piel. Mientras esto ocurría, su cuerpo se desfiguraba adoptando formas propias del reino pajareril y se mostraba cada vez más torpe tanto de palabra como de andadura.
No vamos a describir aquí las fantásticas transformaciones que sufrió el cuerpo de don Casimiro, pero sí el resultado de tales cambios: una mañana apareció en un olivar convertido en un gallardo y apuesto pájaro perdiz.Ya conocemos el procedimiento que a nuestro amigo trasladó a los espacios celestiales, léase escopetazo, pero ignoramos qué fórmula utilizó para hacer el viaje de regreso.
Desde su vuelta, don Casimiro inunda los campos con sus melódicos gorjeos; eso sí, sin temor a sufrir percance alguno pues, que yo sepa, nadie ha realizado dos veces el viaje de ida que él hizo…