martes, 27 de octubre de 2015

Carta al otoño



Estimado amigo:

Hoy te dedico unas líneas a pesar de no ser el más querido de tu parentela o, quizás, tal vez por eso te las escribo.
A tu hermano el verano, la sociedad lo honra con su estima y favor. A él asocian diversión, viajes, ocio…, mientras que tú representas el remate de todo esto que en él nació. La primavera, tu única hermana, ha conquistado a los poetas, que siempre le han  dedicado desde los versos más ripiosos a los más excelsos y finos poemas. Pero yo te aprecio por restituir la belleza que el verano arrebató a la primavera, esplendor que logras devolver cuando tiñes de tonos rojizos los atardeceres, desnudas los árboles y con sus ropajes tapizas la tierra de ocres, pintas de verde los campos, y coloreas los bosques de amarillos y rojos. En tu juventud, las tardes rozan la perfección, traen sosiego al espíritu e invitan al recogimiento y a la reflexión.
Sin embargo, mucho me temo, lector, que mi lenguaje va adquiriendo un matiz excesivamente remilgado que bien pudiera convertir el resultado en un texto demasiado cursi y empalagoso. Para mitigar tal contrariedad, te diré que con él también llegan acompañantes más prosaicos: catarros, coleccionables, vacunas antigripales y otros de igual o parecida catadura. 
Desconozco si el resultado se ha ajustado a mi propósito, si tal cosa no ocurrió, ahí estas tú para decirlo...