En el lenguaje coloquial, son frecuentes
expresiones tales como “hace lo que le da la gana”, “hizo lo que quiso”, etc.,
todas ellas orientadas a avalar el absoluto dominio que tenemos sobre las
decisiones que tomamos. Sin embargo, no todo parece estar tan claro como
creemos, pues existen experimentos recientes que indican todo lo contrario, al
menos en la ejecución de actos motores sencillos. Veamos algunos de ellos…
En 1983, Benjamín Libet, reconocido
neurólogo, y sus colegas de la Universidad de California en San Francisco
realizaron un peculiar ensayo. Los participantes debían observar un reloj cuya
manecilla daba una vuelta completa cada 2,56 segundos. Mientras estaban atentos
a la manecilla, eran libres de flexionar la muñeca en el momento que quisieran.
Lo único que debían hacer era tomar nota mentalmente de la posición de la
manecilla cuando decidían mover la mano. Por su parte, Libet medía con
electrodos la actividad eléctrica en las áreas motoras del cerebro –lo que se
llama el potencial de alerta- y en los músculos implicados en el movimiento de
la muñeca. Dicho de otro modo: podía determinar cuándo el cerebro mandaba la
señal a los músculos para actuar y cuándo estos se ponían en marcha. Libet
encontró, como era de esperar, que el
deseo de mover la mano aparecía antes de que el sujeto tuviera conciencia
subjetiva de que había realizado el movimiento. Sin embargo, la sorpresa surgió
cuando descubrió que la preparación nerviosa real para el movimiento, el
potencial de alerta, aparecía medio segundo antes de que el sujeto decidiera
conscientemente que quería mover la mano. Es decir, que la impresión subjetiva
de realizar un acto voluntario es
siempre posterior a la actividad cerebral que lleva a ese acto. Esta impresión
subjetiva no es la causa de la acción voluntaria,
sino una de sus consecuencias. Por eso, algunos autores han llegado a afirmar
que: No hacemos lo que queremos, sino que
queremos lo que hacemos.
Más recientemente, John-Dylan
Haynes, neurocientífico alemán, ha realizado un experimento con un escáner
cerebral el que los participantes tenían que decidir si pulsaban un botón situado
a su izquierda u otro colocado a su derecha.
Registró su actividad cerebral y descubrió que podía predecir su decisión, si
iban a pulsar el botón de la izquierda o de la derecha, siete segundos antes de
que la hubieran tomado. No siete segundos antes de que pulsaran el botón, sino
siete segundos antes incluso de que pensaran que habían decidido cuál iban a
escoger. Al parecer, la actividad cerebral que conduce al movimiento "voluntario" es, en primer lugar inconsciente y solo muy posteriormente se hace consciente.
Si todos estos experimentos se
confirman y, en un futuro, se verifican en la toma de decisiones complejas, la conclusión puede ser desastrosa para nuestro orgullo como seres
humanos que nos creemos libres y, sobre todo, se plantea un serio problema
porque el sistema de penalización de delitos está basado en la libertad del
individuo para realizarlos.