miércoles, 16 de junio de 2010

El comensal

Días pasados, mientras almorzaba en un restaurante, un solitario personaje se disponía a quebrantar el descanso del cubierto que delante tenía en una mesa cercana a la mía. Con esa intención, pidió un plato cuyo nombre era una amalgama de sustantivos, adjetivos y preposiciones: tan complejo y prolongado era, que su cabal significado –creo- solo quedaba reservado a personas versadas en la moderna terminología gastronómica.
Poco tiempo había transcurrido cuando, nuestro protagonista, llamó al camarero y se interesó por la naturaleza de alguno de los componentes del plato servido, como este tampoco era sabedor de todos los secretos que ocultaba tan complejo nombre, acudió al cocinero con la intención de documentarse. Al volver, resolvió con soltura aquel galimatías que daba nombre al supuesto manjar, tarea a la que se aplicó durante más de diez minutos.
Aún no se había repuesto el camarero de su brillante exposición, cuando de nuevo fue requerido para que trajese una botella de agua, motivo este, que dio lugar a un nuevo coloquio sobre si los envases idóneos deben ser oscuros, que si botellas de plástico o cristal, que si agua natural o mineral, etc.
Hacía ya rato que cuchillo y tenedor habían recuperado el reposo, cuando el buen hombre pidió la carta de postres. Acudió otro camarero que, haciendo gala de una sólida formación reposteril, asesoró con autoridad y, al parecer, acierto a nuestro protagonista.
Muy complacido debió quedar el anciano cuando dejó una cuantiosa e inusual propina de casi cincuenta euros. Entonces comprendí cabalmente lo ocurrido: no solo había ido a comer, sino también a degustar unos momentos de conversación; y ahora trataba de recompensar la generosa ración de palabras que había consumido.
Apuré el café, pagué la cuenta, dejé una minúscula propina y salí del restaurante.

4 comentarios:

  1. Me gusta la forma en que está "llevado" el relato hacia el final, donde se descubre la clave que da sentido a los hechos. O sea, edl manejo de eso que suele llamarse "intriga" y que constituye uno de los cuatro o cinco recursos esenciales para aderezar la historia y atrapar al lector (o espectador, si se trata de cine o teatro). Por otra parte, no deja de ser una situación de humor negro: el pobre vejete, solo, sin nadie con quien ni siquiera hablar..., hace un poco el ridículo... Breve texto, dos veces bueno.

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  2. Bonito relato. Muy buena la descripción del momento. Felicitaciones. Pasaré con frecuencia. Gracias por visitar mi blog de Diseño Gráfico. Muy agradecido. Un cordial saludo.

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  3. Da qué pensar, este relato. Caben muchos puntos de vista. Tantos como lectores.
    Puede haber un momento, en la vida de una persona, en que un poco de conversación, pueda importar más que le dinero.

    Me ha gustado mucho.

    Saludos.

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  4. Precioso relato, Antorelo. Has captado perfectamente un instante de una vida. Me ha gustado mucho. Un beso

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