lunes, 20 de diciembre de 2010
Postal de felicitación
jueves, 2 de diciembre de 2010
Cavilaciones de un cincuentón
lunes, 1 de noviembre de 2010
La planta de las mil leyendas
domingo, 10 de octubre de 2010
Viaje de ida
A veces, la vida es así de extraña…
jueves, 9 de septiembre de 2010
Una historia con historia (vea la entrada anterior)
Elena, hija menor del duque de R., fue prometida a la edad de diez años al conde de M., algo mayor que ella. Los años convirtieron a la niña en una hermosa doncella, y fue entonces cuando el amor, que no entiende de pactos ni de acuerdos, la conquistó: se prendó de un apuesto joven que respondía al nombre de Jaime; pero este, sabedor del compromiso que la ligaba al conde, mudó de aires y nunca se supo ya nada de él. En la intimidad de su mente, la joven ocultó su aflicción y el temor a ser olvidada; mientras, el tiempo transcurría pausado y monótono…
Esta es una las tantas historias que rondaron por mi cabeza aquella sofocante tarde de julio; historia, a mi entender, de calidad harto dudosa, pues aquello que escribí casi siempre se sirvió más de lo conocido que de lo fantaseado.
jueves, 19 de agosto de 2010
Una historia sin historia
Una sofocante tarde de julio, mientras caminaba por la ciudad de X, el calor, más que la devoción, me empujó al interior de una iglesia. Tomé asiento en un banco, y, cuando mis ojos se acomodaron a la luz cenicienta que invadía el recinto, vislumbré a mi derecha una lápida en la que pude leer, no sin cierta dificultad, que yacían allí los restos de la condesa de M., finada en 1632 a la edad de veinte años. No lejos de esta, distinguí otra en la que se refería la muerte del conde M., esposo de la anterior, fallecido meses después a la edad de veintidós años.
miércoles, 16 de junio de 2010
El comensal
lunes, 12 de abril de 2010
Ofrenda
Esta es la página donde se cuentan las tribulaciones, peripecias y avatares vividos por un grupo de alumnos y su profesor cuando, cierta mañana primaveral, uno de ellos, acometido por un arrebatador impulso de fervor, elevó una generosa ofrenda a Eolo en lugar desacertado para oficiar, con el decoro y consideración debidos, tan ceremonioso ritual; pero dejemos los prolegómenos y conozcamos la devota proeza llevada a cabo por nuestro singular personaje.
Apenas eran diez los minutos consumidos de clase cuando, de improviso, una ensordecedora detonación irrumpió en el aula. Los presentes, atónitos, confundidos y atemorizados especulaban sobre la causa de tal estrépito. El profesor, quebrantado de ánimo, pero dominando con cierta entereza los cobardes impulsos que porfiadamente le incitaban a huir, logró averiguar que un alumno, incapaz de gobernar las violentas turbulencias que pugnaban por evadirse de su interior, había expelido una desgarradora y huracanada ventosidad, acompañada de sonorísimo estruendo y de intensos efluvios que, sin tardanza, conquistaron hasta el último rincón del aula. En vista de lo cual, el profesor, con objeto de facilitar la salida del fluido arrojado, ordenó la inmediata apertura de puertas y ventanas, y, temiendo que los presentes fuesen víctimas de una nueva fumigación, dispuso la expulsión de tan principal ventoseador.
lunes, 1 de marzo de 2010
Peregrinaje de una radiografía
lunes, 1 de febrero de 2010
Réquiem por un ficus
”¡Qué triste fue tu muerte! A dentelladas mecánicas te rompieron las raíces, te amortajaron con cintas rojas y, con toda tu enorme mole, te elevaron al cielo con un bamboleo programado por la grúa. No te colocaron bien en tu ataúd, un destartalado camión te recibió torcido, de medio lado. Uno de tus brazos estorbaba, la sierra mecánica lo cortó para acomodarte. Vi cómo tu sangre blanca salía de tus venas, tenías vida, algunas ramas verdes aún permanecían en tu tronco. Las dieciocho palmeras, que te escoltaban y vigilaban como verdes soldados inhiestos y firmes, han caído contigo, su muerte ha sido rápida, son frágiles y han sucumbido pronto. No hay testigos de tu entierro, nadie filmó tu fin. Fuiste llevado calle adelante hacia el centro en contradirección, un coche policía te escoltaba.
Conmovedor texto de tono elegíaco, donde el sentir de la palabra, convertido en lamento, no ha dejado resquicio para en él se adentren el artificio y la afectación.
*María Adela Rojo Fernández