No ha mucho tiempo, un antiguo vecino, al que
llevaba una larga temporada sin ver, me invitó a su nueva casa. Al principio, intenté
eludir su propuesta, pero insistió tanto que hubiese sido desconsiderado
rechazarla. Así que, el día convenido, acudí a la cita. Cuando llegué, un
nutrido grupo de invitados departía en torno a unas mesas ataviadas con un
generoso y selecto surtido vianderil. Exquisitas provisiones y una
charla distendida contribuyeron a que a que la velada fuese reparadora y, al
mismo tiempo, entretenida. A una hora discreta quise retirarme, pero los
anfitriones me retuvieron con la excusa de que una grata sorpresa nos esperaba.
Este invitado, que recela de las sorpresas y mucho más cuando le dicen que son
gratas, intuyó que algún funesto acontecimiento se avecinaba. Y no se equivocó:
la anfitriona nos amenazó con la proyección del reportaje de
boda de su hija. Pensé, iluso de mí, que el documental duraría a lo sumo una
hora, pero erré estrepitosamente mis cálculos: durante casi tres horas
desfilaron ante mi vista: novios, padrinos, invitados, camareros, platos… Mi
exvecino y su señora, como buenos anfitriones, iban explicando todo aquello que
nuestros ojos veían: cargo o profesión de los invitados de más alcurnia,
esclarecimiento de los estrafalarios nombres de algunos platos, peso y
dimensiones de la gigantesca y desgarbada tarta, marcas de vinos y licores,
etc. Concluida la proyección, mi exvecino, con gran amabilidad, me pidió el
parecer sobre el acontecimiento visto, y yo, con no poco disgusto, se lo tuve
que dar, pero la cortesía me obligó a decir justo lo contrario de lo que
pensaba. Este, halagado con mis hipócritas alabanzas, me invitó a una próxima
velada en la que podríamos disfrutar de un magnífico reportaje sobre el viaje
de novios. Sin saber muy bien qué contestar, me despedí dándole las gracias y
renegando de mis lisonjeras y farisaicas palabras…
Lo primero decirte que me he alegrado de verte por aquí después de tanto tiempo y respecto a lo que has escrito, es corriente que pase y no es nuevo, ya pasaba con las pelis superocho, jajajajaja.
ResponderEliminarMuy bien contado y alegría de verte como te he dicho al principio.
Las lisonjas suelen tener segundas partes.
ResponderEliminarSaludos.
Cuánto tiempo, Antorelo. Un placer volverte a ver -o leer- en activo.
ResponderEliminarYo también padecí en mis carnes la proyección de un vídeo interminable de boda lleno de gente desconocida para mí y que me importaba un pimiento, que si mi tío no sé qué, que si la prima de mi madre, etc. Aquellas sesiones eran tortura de la buena.
Un saludo.
A quién no le ha pasado!!!... Pienso que las fotografías son interesantes para quien las sacó y no para el resto de los mortales!...jejeej! Los demás nos dormimos viéndolas!
ResponderEliminarSaludos Antorelo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAy Antorelo, a mi no me gustan esas personas que te obligan a ver sus videos de fiestas y vacaciones, y lo peor es que son muchos los que intentan amargarnos la vida con sus películas.
ResponderEliminarBienvenido, hacía mucho que no publicabas.
Un abrazo.
Me alegra volver a saber de ti.
ResponderEliminarEspero que estés bien.
En cuanto a ese tipo de torturas sociales hace mucho que me escapé.
Lo pago con aislamiento pero vale la pena.
Saludos.
Se me ocurre... huir!!!!!!!
ResponderEliminarSaludos Antorelo, me alegra saber de vos.
¡Qué horror! Esta experiencia la viví hace muchos años cuando me invitaron a tomar un aperitivo en casa de una conocida y me colocó un vídeo de la vida y milagros de su hija cuando era pequeña. No se lo desearía ni a mi peor enemigo.
ResponderEliminarUn saludo
¡Vaya Tela! Muchas veces no hay nada como no tener filtros de manera....moderada. También es divertido tu texto. ¡Feliz Junio de P é r e z !
ResponderEliminarmenuda sorpresa. Yo aborrezco las sorpresas, incluso las buenas. Y que me inviten a cenar, más. Y si es gente a la que hace tiempo no veo, más aun. pero a veces hay que quedar bien. Es cuestión de cortesía.
ResponderEliminarBueno, estas experiencias, al menos, le brindan a uno la oportunidad de seguir diciendo lo que no es cierto, como poner cualquier banal pretexto para eludir su presencia en el próximo acto, y eso sin mayores remordimientos de conciencia.
ResponderEliminarMe alegra verle por aquí de nuevo, y este es un comentario totalmente sincero.
Saludos.
Hace tiempo que no publicabas. Me alegra leerte de nuevo.
ResponderEliminarBesos
Que divertido pero bueno por lo menos comiste bien y variado de manera que si te gusta eso regresa .Yo no se lo que haria
ResponderEliminarabrazos siempre para vos
Me suena ese tipo de invitaciones...jaja
ResponderEliminarUn abrazo!
Ja ja ja ...no se puede ser demasiado amable.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasar por mi blog , un placer volver a verte por alli.
Como verás Leo y Comento aún sigue activo y fiel a su espíritu publicar reseñas de libros que se hacen solo por el placer de publicarlas y darlas a conocer .
Un abrazo
Vaya...
ResponderEliminarBesos.
Celebro que estés bien.
Un abrazo.