jueves, 8 de enero de 2009

La biblioteca de aula

LA BIBLIOTECA DE AULA, UN RECURSO QUE PUEDE SER VÁLIDO


Una lluviosa tarde de abril, mientras tomábamos café en un ruidoso local, mi viejo amigo X me pidió que escribiese unas letras sobre algunas de las actividades que realizo en clase con la ilusión de convertir a mis alumnos en asiduos leyentes. En un principio, me mantuve reticente, puesto que, personalmente, nada he aportado a esta industria; solo aplico estrategias de variada procedencia y autoría, de las que, en mayor o menor media, he obtenido algún rédito. En el transcurso de la tarde, mi resistencia se fue quebrantando y comprobé cómo mi voluntad se doblegaba a los intereses de mi amigo. Tal fue su poder de convencimiento que, al salir del local, me veía convertido en flamante articulista y, envanecido mi ánimo con tan laudatorios argumentos, llegué a creerme autor versado en las cautivadoras técnicas que predisponen el espíritu a las prácticas lectoras. Todo lo cual contribuyó a que mi disposición anímica fuese inmejorable para emprender la tarea encomendada.
Así pues, sin más preámbulos, paso a referir la prometida historia. Sin embargo, antes de continuar, una advertencia hago al supuesto lector de estas líneas: El que espere encontrar un remedio que convierta a sus discípulos en enfervorizados lectores, que se mude de artículo; en cambio, el que sea menos exigente con las pretensiones de lo que lee, que prosiga.
La experiencia consiste en disponer, de forma permanente, de un fondo editorial de veinte o veinticinco volúmenes por aula y establecer un sistema préstamos.
Previamente cumplimentaremos algunas fichas, si no queremos que nuestro fondo bibliográfico se vea mermado por extravío o dispersión de sus componentes. Estos serían algunos de los registros que tendríamos que llevar:
· Ficha bibliográfica de cada volumen.
· Ficha del alumno, donde constará: nombre, títulos de los libros leídos, y la calificación (1-10) otorgada a cada uno. Asimismo, habrá un apartado en el que se irán anotando los títulos cuya lectura no se ha finalizado y los motivos que propiciaron su abandono.
· Hoja de control de los volúmenes prestados.
Después de estos engorrosos y necesarios trámites burocráticos, viene la parte más importante: la puesta en común. Cada quince o veinte días se celebra una puesta en común, donde los alumnos van exponiendo las impresiones sobre los libros leídos. Una veces, apuntarán parte del argumento; otras, analizarán aspectos que le han llamado la atención (personajes, acciones, situaciones, etc.). Asimismo, comentarán la calificación que han otorgado al volumen leído y los motivos por los que, si lo creen oportuno, recomiendan su lectura. Esta es sin duda la clave de la estrategia y dependerá, en gran parte, de la habilidad que tenga el profesor para crear el clima apropiado. Al principio, los alumnos se muestran sumamente reticentes a manifestar en público sus opiniones y valoraciones, entre otras cosas, porque no saben qué decir y por sentido al ridículo. Será la habilidad del profesor para conducir la puesta en común la que la hará fructífera. Solo al comienzo se presentan ciertas dificultades, después todo resulta más fácil. Es cuestión de probar, y nuestra lógica nos irá mostrando cómo debemos proceder.
En cuanto a mi experiencia personal, diré que con algunos grupos he obtenido un aceptable resultado, mientras que con otros apenas he conseguido nada.
Desde el punto de vista lector, en la mayoría de las clases he encontrado tres grupos bien definidos:
Uno, generalmente mayoritario, que manifiesta cierta querencia por la lectura. Otro que, haciendo gala de una profunda aversión a la letra impresa, permanece insensible a la influencia de las más sofisticadas técnicas motivadoras. Con estos grupos, negocio alguno hice nunca: con el primero, porque el lector ya lo teníamos; con el segundo, porque jamás lo íbamos a tener. Entonces, ¿dónde reside la ganancia de la presente estrategia? Para mí, está en aquellos alumnos que, sin apego a posar la vista sobre lo imprimido, mudaron de propósito y, con gran deleite y regocijo, leyeron al completo hasta media docena de libros, o más. Aquí, y no busquemos en otro sitio, será donde obtengamos alguna rentabilidad.
Para concluir, manifestar quiero mi agradecimiento al curioso lector del presente escrito, al que abandonó su lectura también se lo agradezco, pero menos.

1 comentario:

  1. Hola. De niña solía leer todo tipo de revistas, incluidas las Selecciones del Reader's Digest y diarios. Eran tremendos diarios que abarcaban media mesa!!! Me encantaba desayunar y tener cualquier cosa para leer. Mi tío me enseñó, a los 5 años ya sabía leer, pero no sé nunca leí poesías ni novelas, salvo las del cole, creo que odié a Las de Barranco, un poco al Quijote de la Mancha, de Bécquer sé una sola poesía, "Volverán las oscuras golondrinas..." Hace poco compré el libro "Veinte poemas de amor y una canción desesperada"de Neruda y quién estaba allí? El Poema 20!!! Pero sí adoré y adoro y adoraré un libro: El Principito.Y no sé de mucho de este tipo de literatura, sí de la relacionada a las Cs. de la Educación , que es la carrera que espero terminar.
    Y qué difícil es hoy que los chicos lean...

    Uy, mi comentario más extenso!

    Un saludote grandote.

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