A ti, desdeñado otoño:
Hoy
te dedico unas líneas a pesar de no ser el más querido de tu parentela o,
quizás, tal vez por eso te las escribo.
A
tu hermano el verano, la sociedad lo honra con su estima y favor. A él asocia
diversión, viajes, ocio…, mientras que tú representas el remate de todo esto
que en él nació. La primavera, tu única hermana, ha conquistado a los poetas,
que siempre le han dedicado desde los
versos más ripiosos a los más excelsos poemas. La gente incluso ansía la venida
de tu otro hermano el invierno porque, apenas ha nacido, le trae días de asueto
y regocijo.
Pero yo te aprecio por restituir la belleza que el verano arrebató a la primavera, esplendor que logras devolver cuando tiñes de tonos rojizos los atardeceres, desnudas los árboles y con sus ropajes tapizas la tierra de ocres, pintas de verde los campos, y coloreas los bosques de amarillos y rojos. Con tu luz prodigiosa conviertes las tardes en algo sublime y hasta esos días que envuelves en una pátina gris no les falta encanto, pues sosiegan el espíritu e invitan al recogimiento y la reflexión…
Gracias por todo, amigo mío.
Pero yo te aprecio por restituir la belleza que el verano arrebató a la primavera, esplendor que logras devolver cuando tiñes de tonos rojizos los atardeceres, desnudas los árboles y con sus ropajes tapizas la tierra de ocres, pintas de verde los campos, y coloreas los bosques de amarillos y rojos. Con tu luz prodigiosa conviertes las tardes en algo sublime y hasta esos días que envuelves en una pátina gris no les falta encanto, pues sosiegan el espíritu e invitan al recogimiento y la reflexión…
Gracias por todo, amigo mío.
