La lengua no es un compartimento estanco,
sino algo permeable a las influencias externas. El préstamo léxico es el
fenómeno lingüístico más común y acudimos a él por diversas razones;
fundamentalmente, cuando tenemos la necesidad de nombrar objetos, conceptos,
lugares, etc. que son nuevos para nosotros.
El intercambio de palabras entre lenguas
distintas ha existido desde siempre. Lo que ha ido cambiando a lo largo del tiempo
es la lengua que exporta sus términos. Por diversas razones (históricas,
políticas, sociales, económicas…), en un momento dado, una lengua alcanza un
prestigio que no tienen otras.
Cuando una lengua goza de gran estima, todos
se arriman a ella con la esperanza de que se les pegue un poco de su distinción. Algo parecido deben pensar
bastantes periodistas, presentadores de televisión, profesores, locutores de
radio y muchos de los que se asoman a estos medios ya que, esperando adquirir algo
de prestigio, disparan sin piedad
vocablos ingleses en sus intervenciones.
Esto mismo vivió Cervantes en sus tiempos
cuando, en una de sus novelas, censura a ciertos romancintas que en sus
conversaciones intercalan algunas palabras en latín dando a entender, a los que
no lo saben, que son grandes latinistas. Asimismo, critica a algunos
imprudentes que, sabiendo latín, lo utilizan con los que lo desconocen. Concluye el insigne novelista que tanto peca el que habla latín delante de quien lo ignora, como el que lo
emplea ignorándolo.
De lo anterior, podemos colegir que estos pretenciosos comportamientos
se han mantenido inalterables a través de los siglos...