Las pagas que el Estado
abona a los que no son políticos, léase pensionistas y funcionarios, han sido
alojadas en flamantes refrigeradores de gran poder enfriatorio. Se ha adoptado tal disposición no vaya a ser que, a
temperatura ambiente, se rompa la cadena de frío y se incremente su valor
pecuniario. Al mismo tiempo, los sueldos, dietas y demás prebendas que
disfrutan los políticos han sido acomodados
en confortables recintos calefactados, muy lejos de los gélidos vientos
huracanados que nos azotan y que tantos sueldos están aniquilando
con su implacable fuerza destructora.